Una vida corta y bien aprovechada
El padre de Ismael, Antonio, era herrero, y la madre, Francisca, estaba dedicada a la familia, tuvieron once hijos que sacaron adelante con abnegación y entrega admirables. A pesar de la escasez de recursos los padres llevaron a Ismael al Colegio de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y Santa Luisa de Marillac, donde aprendió a leer y a escribir y le prepararon para hacer la primera confesión y la Primera Comunión, que recibió el día del Corpus Christi del año 1926. Y, sobre todo, le enseñaron a vivir la devoción a la Medalla de la Virgen Milagrosa que llevó prendida en su ropa durante toda su vida.
Con la madre solía ir a visitar a los ancianos más pobres y abandonados del Hospital Asilo de Tomelloso y, según ha declarado la Madre Superiora, dejaba traslucir en Ismael una simpatía, una alegría y una entrega extraordinarias.
Padres de Ismael de Tomelloso, María Francisca y Antonio Francisco
Las necesidades económicas de la familia fueron tan grandes que los padres tuvieron que colocar a los hijos mayores a trabajar para alimentar a la prole, por lo que Ismael empezo a trabajar como dependiente en un comercio de la localidad.
Todos los que lo trataron coinciden en afirmar su carácter alegre, simpático y abierto, y destacaba en la pandilla de jóvenes por la iniciativa, el valor y el buen humor que tenía. Recitaba poesías, montaba obras de teatro para los jóvenes, organizaba cabalgatas de Reyes y fiestas y bailes para los más jóvenes y para los ancianos del Hospital Asilo, tocaba la guitarra, la bandurria y cantaba.
En San Isidro una pandilla de amigos.
Ismael está marcado con la cruz
En 1933, un amigo y vecino, Miguel Montañés, Presidente de Acción Católica, le presentó al sacerdote consiliario, don Bernabé Huertas, y llegó a ser Tesorero del primer grupo juvenil de la Acción Católica de Tomelloso.
En la Semana Santa de abril de 1935, hizo Ejercicios Espirituales en el Seminario de Ciudad Real y cuenta don José Ballesteros, entonces seminarista y luego sacerdote que vivió con fidelidad su ministerio sacerdotal muy unido a la devoción a Ismael, lo siguiente: “Ismael era vivaracho e inquieto, alegre y festivo a todas horas… Era una alegría espontánea y natural, como nacida de un corazón que se siente feliz y se derrama por todo su ser… Me admiraba verle en la capilla en las horas libres con un recogimiento especial, de rodillas ante el Sagrario”.
El Padre Sánchez-Olivas, jesuita, que predicó los Ejercicios Espirituales, asesinado a los pocos días de comenzar la guerra civil, sorprendió a todos al terminar los Ejercicios, cuando se despidió de Ismael poniéndose de rodillas delante de él y le besó los pies.
A la vuelta de los Ejercicios, Ismael continuó viviendo su vida de piedad, todos los días misa a las 7:30, oración, rosario, visita al Santísimo, mortificaciones, etc., etc., entregándose más aún a la Iglesia, a los jóvenes y a los ancianos desamparados del Hospital Asilo con actos heroicos de desprendimiento que sorprendieron a sus amigos y a las religiosas del Asilo. Tenía una gran devoción a San Luis Gonzaga y a San Juan de Dios, a quienes quería imitar, porque eran sus santos preferidos por el amor a los enfermos.
En 1936, estalló la Guerra Civil y fue testigo de las atrocidades que se cometieron: quemar las imágenes de la iglesia parroquial, el asesinato del consiliario de Acción Católica, su director espiritual, don Bernabé Huertas, del Párroco don Vicente Borrell, del Padre Sánchez-Olivas, etc., etc.
Su carácter extrovertido y su profunda fe cristiana le proporcionaron algún que otro disgusto, porque al dar la cara frente a los que pretendían conseguir herramientas de la fragua de su padre, con el fin de destruir la ermita de San Francisco cercana a su casa, le llevó a tener que refugiarse algunas semanas en un caserío cerca de las Lagunas de Ruidera.
En 1937, es movilizado por el ejército republicano, donde el ambiente ateo y contrario a la religión le hizo sufrir en silencio, pero le acompañaba siempre un rosario hecho con cuerda y nudos que rezaba en cuanto tenía ocasión. Tomó parte en la famosa batalla de Teruel en la que, según cuentan sus biógrafos, en el momento más peligroso arrojó al suelo el fusil, abrazó la medalla de la Virgen Milagrosa y comenzó a invocarla confiadamente. Muchas veces había repetido que prefería el martirio anónimo y silencioso antes que la violencia y, en esa actitud, fue hecho prisionero e internado en el Campo de Concentración de San Gregorio en San Juan de Mozarrifar.
En todo momento ocultó a las autoridades y al personal sanitario que pertenecía a la Acción Católica, porque no quería privilegio ni honor alguno, y estaba dispuesto a sufrir en silencio todo lo que Dios quisiera enviarle hasta hacer ofrecimiento de su propia vida.
Prisión de San Juan de Mozarrif, donde se confesó
con el capellán don Ignacio Bruna.
Por una circunstancia casual, el capellán del campo de concentración en un momento de extrema gravedad entabló conversación con Ismael y el día 18 de marzo de 1938 hizo confesión que el sigilo sacramental no ha permitido conocer, pero sí, en cambio, la larga conversación que tuvo con posterioridad con el capellán de la prisión, don Ignacio Bruna, que ha dejado escritas unas bellísimas páginas sobre Ismael.
A causa de las bajas temperaturas de aquel invierno, de más de 20 grados bajo cero, contrajo una pulmonía que acabó en tuberculosis, lo que obligó a trasladarlo al Hospital Clínico de Zaragoza.
Otra providencial circunstancia, permitió que Aurora, la enfermera que pertenecía a Acción Católica en Barcelona, se enterara que Ismael era también de Acción Católica, lo que facilitó que recibiera la primera comunión después de dos años sin haber podido comulgar.
La Semana Santa de 1938 cayó también a mediados de abril, y se agravó tanto su estado de salud que hizo temer por su vida a todos los que le rodeaban, menos a Ismael, que dijo que se encontraba mejor preparado que nunca y estaba seguro que la Santísima Virgen del Pilar, a la que amaba con todas sus fuerzas, le ayudaría a presentarse ante el tribunal de su Hijo.
Pero tuvo que esperar la llegada del mes de mayo para cumplir los 21 años y el día 5, después de comulgar como cada día desde el 20 de marzo, dirigiera sus últimas palabras a la Virgen antes de expirar: “¡Madre mía del Pilar, sálvame!” "¡Sagrado Corazón de Jesús en vos confio!" "¡Dios mio, misericordia!"
Algunos testimonios, antiguos y otros recientes, destacan el gran amor que tenía Ismael a la Eucaristía y así lo atestiguan sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que dicen y declaran haber recibido en unos casos la vocación y en otros la perseverancia a través del conocimiento y de la devoción a Ismael de Tomelloso, que fue como se le empezó a llamar en Zaragoza, donde rápidamente se extendió su fama de santidad.
El Obispo Prior de las Órdenes Militares de Ciudad Real, Don Emeterio Echevarría, entregó al Santo Padre Pío XII las biografías escritas sobre Ismael, pidió leerle la página escrita por el capellán del campo de concentración, y tanto el Santo Padre como el Señor Obispo se conmovieron muy profundamente, y dice éste que miró al Santo Padre, lo vio llorar y decir: “¡Es un héroe; esto es sublime!”.
El 27 de septiembre de 2007, fiesta de San Vicente de Paul, se abrió una cajita de cartón que había aparecido en el fondo de la caja fuerte del Obispado de Ciudad Real, y contenía una vértebra de Ismael de Tomelloso, según consta escrito de puño y letra de don Emeterio Echevarría, lo que entraña una piadosa tradición de la Iglesia con sus hijos muertos en olor de santidad.
En el Obispado don Félix Torres y el Juez delegado, el notario
y el depositario del Obispado con la reliquia del Siervo de Dios.