Gracias al Papa Benedicto XVI y al Siervo de Dios Ismael de Tomelloso, por ayudarnos a comprender la relación que existe entre la Palabra de Dios, la alegría y el silencio.
El 12 de noviembre de 2010 se publicó la Exhortación Apostólica "Verbum Domini" que, entre otras cosas, dice:
<<Se trata de una novedad inaudita y humanamente inconcebible; “Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros” (Jn 1, 14a). Esta expresión no se refiere a una figura retórica sino a una experiencia viva (11).
“Dios ha cumplido su Palabra y la ha abreviado” (Is 10, 23; Rm 9, 28). El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre; se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret (12).
La Palabra solo puede ser pronunciada y oída en el silencio, exterior e interior. Redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego interior. La gran tradición patrística nos enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio y sólo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente(66)>>.
|
![]() Aquí nació Jesús en Belén “Los hechos dan razón a la sabiduría de Dios” (Mt, 11, 16-19). |
También gracias al Siervo de Dios, Ismael de Tomelloso, porque nos ha enseñado que el silencio y la alegría es el mejor camino para comprender y vivir la Palabra de Dios:
El primer biógrafo de Ismael, el jesuita Padre Florentino del Valle, escribió “Ismael de Tomelloso. La Lección de su silencio” y, durante la entrevista que tuvimos con él cuando tenía 101 años, nos dijo:
““No acabo de entender aún… el misterio del silencio de Ismael. Puede ser pues, porque él creyó, o el sacerdote lo creyó, que se redujera al silencio, o para no exponerse. Y después, porque metido en la cárcel, recluido, sabe sobrenaturalizar esa situación suya, esa enfermedad que prácticamente le lleva al final. Por lo tanto, dice mucho, “mártir del silencio”..
Pero, ¿por qué? Si todos querían que recibiera mejor trato, más atenciones médicas, ¿por qué lo dejaron en el pabellón de prisioneros? La única respuesta es que ésta era la férrea voluntad de Ismael para cumplir lo que Dios le pedía, que era sufrir en silencio.
Tampoco entiendo porqué se hizo el silencio sobre su vida después de la extensión de su fama de santidad por toda España, y más allá, y después de los homenajes que se le hicieron. No encuentro explicación, es como si se tratara de un silencio querido por Dios, pero ¿por qué?.
El silencio que se ha extendido sobre Ismael ha sido impulsado y protegido por él mismo, que nunca quería darse a conocer, ni en la prisión, ni en el hospital, ni después de morir. El título de “La lección de su silencio” ha sido elegido por Ismael y llegará un día que se dará a conocer por qué”.
Si el silencio fue el camino elegido por la Santísima Virgen María y por Ismael para entregar su vida a Dios y anunciar la Palabra del Señor con alegría, a pesar del sufrimiento, el Papa Benedicto XVI nos ayuda a comprenderlo mejor:
<<El anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría. Una alegría profunda que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo. Una alegría que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría. Según la escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo (Ga 5, 22), que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo frutos de vida eterna (123).
Esta íntima relación entre la Palabra de Dios y la alegría se manifiesta claramente en la Madre de Dios. María es dichosa porque tiene fe, porque ha creído, y en esta fe ha acogido en el propio seno al Verbo de Dios para entregarlo al mundo, La alegría que recibe de la Palabra se puede extender ahora a todos los que, en la fe, se dejan transformar por la Palabra de Dios.
…Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días de nuestra vida (124)>>.