COMUNICACIONES Y TESTIMONIOS
El 24 de enero de 2009, el Padre Domingo Legua, Vicario del Arzobispado de Santo Domingo, en la República Dominicana, escribió un mail contando la vocación al sacerdocio de don Ángel Moros, Párroco de la Presentación de Zaragoza y de su propia vocación, atribuidas al Siervo de Dios.
<<La infancia de Ángel (nació el 15 de julio de 1936), aún cuando es muy pobre es apacible. Al lado de su madre, mujer llena de sosiego y de paz, prudente y poco amiga de chismes vive Ángel los primeros años de su vida; por ósmosis va aprendiendo junto a ella el lenguaje del silencio (qué coincidencia con la lección del silencio de Ismael…) y que en Ángel tan hondamente calaría.
Ángel va a la escuela, saca unas notas estupendas y todo indica que el muchachito promete, es aplicado, trabajador y responsable. Por ser inteligente y despierto sus padres han puesto toda la esperanza en el hijo, por fin parece que todo va a mejorar y el futuro es más halagüeño. Lo que no saben los padres es lo que esta ocurriendo en el corazón de Ángel a partir de la lectura de la biografía de un joven manchego Ismael de Tomelloso, escrita por el padre jesuita Florentino del Valle, libro que le había regalado Jesús Marín Sierra.
… Yo, joven de dieciocho años inmerso en un proceso de búsqueda le pregunté a Don Ángel Moros Álvarez, sacerdote recién ordenado de la archidiócesis de Zaragoza y ejerciendo su ministerio sacerdotal en mi parroquia de Andorra de Teruel, año 1965, ¿Ángel por qué te hiciste sacerdote? ¿Quién te había influido? ¿A quién le debía su vocación? Con una seguridad grande, con aplomo y convencido de lo que decía me habló de Ismael, de la gran influencia que había tenido en su vida a partir de la biografía que había leído.
A Ángel … la lectura de la biografía de Ismael le cambió los esquemas y su ruta… El libro contando la vida de este joven manchego de la Acción Católica de Tomelloso le impactó tanto que lo releyó en varias ocasiones y le ayudó de manera definitiva y determinante en su discernimiento vocacional. Con el aplomo que caracteriza cuando se dice de aquello de lo que se esta convencido, cuantas veces a Don Ángel se le preguntó sobre su vocación, siempre hacía referencia a Ismael de Tomelloso. Cerca de la cabecera de su cama le acompañó, en mis 43 años de amistad con Ángel le vi siempre una fotografía de Ismael de Tomelloso, fotografía que le regaló como herencia muy preciada a Mari Luz Frauca Cacho, quien le acompañó día y noche de manera heroica los cuatro últimos años de la cruel enfermedad, esclerosis lateral amiotrófica, que acabó con la vida de Ángel. Ángel, que era un sacerdote estupendo, influyó de manera definitiva en mi vocación sacerdotal. Junto a él en estos 42 años de una profunda amistad, fue para mi maestro y testigo en el amor a Dios, al prójimo y en el inmenso amor a la iglesia, hasta el punto de convertirse en mí en una referencia sin la cual hubiese andado perdido.
A los pocos años de estar como sacerdote en la Parroquia de la Presentación de la Virgen, en el Barrio de la Bozada en la ciudad de Zaragoza, principio de los años 80, como quien tiene una deuda pendiente, organizó una peregrinación en bicicleta desde Zaragoza pasando por Morata de Jalón en donde Ángel vivió su adolescencia y juventud y en donde se fraguó esa misteriosa y onda amistad con Ismael, hasta Tomelloso pueblo de la Mancha en donde nació Ismael.
Gozosamente nos unimos en su acción de gracias a Ismael un grupo de jóvenes de su parroquia, algunos jóvenes aspirantes al sacerdocio y un grupito de sacerdotes que emprendimos esta peregrinación para acompañar a Ángel hasta Tomelloso en donde públicamente en la parroquia, donde Ismael había orado tantas veces, y ante un buen numero de feligreses, Don Ángel reiteró su agradecimiento a Dios y a Ismael por su vocación sacerdotal>>.
Carta de Marek Tomaszewski de 12 de enero de 2009, desde Polonia.
<<Hace ya unas semanas, en una página de web, encontré una historia brevísima de la vida del joven Ismael Molinero Novillo.
… siento que él está siempre cerca de mí, siempre a mi lado ayudándome en todo lo que le pido.
Desgraciadamente, Ismael es desconocido acá en Polonia, no hay nada sobre él en mi idioma.
Y el mensaje de su vida es muy importante, también en mi País. Por eso quiero hacer todo lo posible para que sean conocidas las gracias mostradas en la vida terrestre de Ismael, sobre todo que es tan joven. La juventud de hoy, también la de Polonia, necesita urgentemente ejemplos del crecimiento en el Amor, crecimiento hasta la unión perfecta con el Amor Encarnado>>.
Madre Asunción González Burillo, Abadesa de las Religiosas Concepcionistas de Clausura de Manzanares (Ciudad Real):
“Sentí la vocación en una hora santa. Estaba en una hora santa, y como Ismael tenía esa devoción a la Eucaristía, escribía preciosidades de la Eucaristía, se ponía en oración y miraba la puerta del Sagrario…, y se reflejaba su gran amor a la Eucaristía”.
Qué alegría me da que se empiece el proceso de canonización de Ismael. Es un santo. Lo tratamos mucho en casa con mis padres y yo le debo la vocación. Era un chico muy alegre con mucho carisma. Se quedaba con la gente por su simpatía.
Ismael iba mucho a mi casa, y por las noches, cuando iba, en el poyete, como la gente, se sentaba en la puerta de la calle. Unas veces cenaba con mi madre, que era muy espiritual, hablando todo de espíritu.
Me acuerdo que en una cámara de casa había un maletín que tenía él con sus cosas espirituales, su cilicio y todo. Eso, parece que lo estoy viendo, cuadernos y varias cosas. Se los dejó a mis padres, que no lo tenían que haber dado, pero se lo entregaron a Miguel y a Pedro que vinieron a pedírselo.
Tenía un carácter muy alegre, era muy bromista, tenía una imagen excelente, de paz, de tranquilidad, de transmitir confianza, la gente que hablaba con él, se quedaba con él. Mi madre era muy espiritual y con él, ahí, las horas muertas, y yo decía, ¿pero todavía ahí?
Hay otra cosa preciosa. Fue cuando empecé a sentir la vocación. Sentí la vocación en una hora santa. Estaba en una hora santa, y como Ismael tenía esa devoción a la Eucaristía, escribía preciosidades de la Eucaristía, se ponía en oración y miraba la puerta del Sagrario…, y se reflejaba su gran amor a la Eucaristía. Me caló algo especial, pero yo me he probado a ver si tenía o no vocación de verdad, he ido a bailes de noche, y me decía don Eliseo, el párroco, porque era mi confesor, “Pero muchacha, si eres delegada de AC, eres terciaria, qué va a decir la gente cuando te vea allí”. “Pues yo voy a ir”, decía. Y me hicieron un traje todo elegante pero aquello no me llamó la atención.
Me acuerdo de cuando iba al Hospital y alborotaba a todos los viejos, les daba de comer…, A eso, le siguió mi padre. Daba de comer a un anciano todo dobladito, dobladito, y mi padre llevaba una gramola que tenemos aquí y bailaba Ismael con ellos y con las ancianas. Le gustaba mucho la bandurria y la guitarra. Las tocaba y cantaba muy bien. Como te he dicho antes, esa alegría y esa paz, era lo que transmitía, ¿comprendes? No como uno que dice tonterías y está sólo de juerga, sino que con Ismael siempre quedaba algo. Pero sobre todo me impresionaba su gran amor a la Eucaristía, tenía mucho amor a la Eucaristía.
Sor Aurora Serrano López, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. La Solana (Ciudad Real):
“Siempre que he ido al cementerio, bien lo sabe Dios, pasaba por la tumba de Ismael y me arrodillaba y le decía. <<Ismael, acuérdate de la juventud de tu pueblo, no la olvides>>. Y me despedía: <<Ismael, ¿sabes lo que te digo? Por la juventud de tu pueblo, no nos olvides>>. Siempre le he dicho esto, y por eso creo que he perseverado muchos años”
El recuerdo más vivo que tengo de Ismael es cuando en Tomelloso las amigas íbamos a hacer una visita al Santísimo y estaba Ismael haciendo la visita, que parecía un ángel. Lo decían las muchachas de mi tiempo, de 10 años, más ó menos.Cuando salíamos, esperábamos a ver lo que nos decía, cosas de crías, y nos decía: “Hola muchachas, ¿queréis mucho a Jesús?” “Claro, por eso venimos, porque lo queremos”, dijo una muy resuelta. “El domingo tenemos teatro en el colegio de las Hermanas”, nos decía Ismael; “son 5 céntimos la entrada”. Y añadía: “¿Sabéis que vamos a hacer? Os vais preparando con vuestras amigas y luego el dinero que recaudemos se lo damos a Sor Felices, para las misiones”. Y se despedía con aquella sonrisa, con aquella cara de ángel. Yo me acuerdo de la cara de Ismael…
Era muy amante de la Virgen, amante de los pobres cien por cien. Yo lo estoy viendo en aquellos inviernos, que ibas abrigadita como podías, con un abriguejo, y lo estoy viendo con una gabardina muy clara, del comercio en donde él estaba, a la vuelta de la Parroquia, El Siglo. Entonces, este muchacho tenía arte, era un artista, y sentía el arte en su cuerpo. Ponía los escaparates de maravilla, y se ganaba a toda la parroquia del pueblo. Todos, todos. Tenía un arte para declamar, que no te puedes figurar la gracia que tenía para la poesía de Mi vaquerillo, y toda la gente llorando. “Bueno, cuando se acabe esto, empezaremos con otra cosa”. Y empezaba otra poesía. …
Me acuerdo mucho de todo el bien que hizo, en el sentido de su apostolado con esa simpatía que tenía, con esa humildad, que desaparecía cuando le iban a aplaudir. Siempre, siempre sonriente, nunca una mala cara, es que tenía cualidades maravillosas Ismael.
Siempre que he ido al cementerio, bien lo sabe Dios, pasaba por la tumba de Ismael y me arrodillaba y le decía: “Ismael, acuérdate de la juventud de tu pueblo, no la olvides”. Y me despedía: “Ismael, ¿sabes lo que te digo? Por la juventud de tu pueblo, no nos olvides”. Siempre le he dicho esto, y por eso creo que he perseverado muchos años.
Don Jesús Cañas (Sacerdote en Sto. Tomás)
Influencia de Ismael de Tomelloso en nuestras vidas.
También, Señor, la figura de Ismael de Tomelloso en aquellos años influyó bastante en muchos de los jóvenes de A.C. Fue cuando lo trajimos en peregrinación desde Zaragoza, donde había muerto al final de la Guerra Civil del 36. Luego hicimos su tumba-mausoleo en el Cementerio Municipal. Y allí, a los pies de su tumba, en aquellos años recordamos varias generaciones de jóvenes su vida, su apostolado con otros jóvenes y con los mayores del asilo de ancianos, su muerte… Y también reflexionamos y rezamos buenos ratos de aquellas siestas de nuestros veranos… Y seguramente que todo esto provocó también en nosotros de alguna manera nuestra vocación al apostolado.
(Extraído de la tercera parte de “Un Cristo para los jóvenes”, en el capítulo titulado “Relectura de algunos momentos relevantes de mi vida”).
Carta publicada en Signo, en mayo de 1956, por J.M. Lucía:
<<…Porque hoy se está gritando por todos los rincones que no hay Dios, que Cristo ha muerto; es un grito sin palabras, pero que retumba a diario en nuestros oídos; el mundo no quiere nada con Dios. Y nosotros no podemos callarnos ante esto. Tenemos que gritar que Cristo vive, pero tampoco con palabras, sino con nuestras propias vidas, para que el mundo vea que Cristo vive, porque vive en nosotros.
Esta es la gran lección que nos ha dejado Ismael: su propia vida. Nosotros tenemos la grave responsabilidad de asimilarla, porque no en balde la ha puesto Dios encima del candelero. Y Dios no nos va a pedir grandes hazañas, como tampoco se las pidió a Ismael, pero nos está exigiendo siempre que hagamos todas nuestras cosas, por pequeñas que sean, con plena conciencia de cristianos y de apóstoles. Este es el ejemplo de vida que hemos de dar: santos las veinticuatro horas del día, ofrecimiento de cada instante de nuestra existencia, el auténtico martirio diario. Porque no pensemos que los mártires son fruto de un arranque momentáneo de valentía, son fruto de una vida ofrecida constantemente a Dios. Ismael, en su oficio de dependiente, con sus padres, con sus amigos, en el Centro, con los ancianos del asilo, con todos, quiso negarse a sí mismo, para coger su cruz y así darse a los demás. Su conciencia de cristiano le exigía esta entrega y no la regateó, y allí nos quedó su lección, imborrable ya, para que los jóvenes de hoy, imitándole, sean también cristianos auténticos las veinticuatro horas de cada día…>>.
Don José Ballesteros conoció a Ismael durante los ejercicios espirituales que tuvieron lugar en el Seminario de Ciudad Real en abril de 1935, y estuvo con él en el Hospital Clínico de Zaragoza, acompañándole hasta el día que murió (publicado en el periódico Signo de 26.05.56):
Don José Ballesteros comenzó besando la tumba, para recordar aquel 23 de marzo de 1938, cuando se encontraron en el Clínico de Zaragoza. Luego hizo una síntesis de recuerdos:
Murió a los veintiún años, lejos de su tierra (yo tenía entonces veinte y era seminarista). Sólo un día le vi triste, en vísperas de Viernes de Dolores.
- Oye, paisano –me llamaba paisano-, busca al capellán y que me de la extremaunción.
Así lo hice y en seguida, cesó la fatiga. A las doce y media de la noche me dijo:
- Vete a descansar, pero antes ¿quieres algo para el cielo? ¿Quieres algo para la Virgen?
Al día siguiente fue cuando le encontré llorando. Creí que era una depresión lógica de su estado físico y moral. Pero no.
- ¡Cómo quieres que no llore cuando pienso que a estas horas podría estar en el cielo y estoy aún en la tierra! –me dijo.
Fue a la muerte como quien va a una fiesta. Sólo lamentaba “presentarse con las manos vacías”.
- Ofrece tu muerte por mi vocación, por todos los jóvenes de la Mancha –le pedí.