Era la tarde del 18 de marzo de 1938.
«Al pie de las escalinatas del Clínico (Facultad de Medicina) se detiene una ambulancia. De ella sacan los sanitarios una camilla con un joven, que, al juzgar por su fisonomía, está muy grave.
–A la sala de prisioneros, número 17, cama 6, infecciosos –ordena una voz.»
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