Palabras de Ms. Joaquín Martín Abad.Perito.

Luego, por circunstancias de la vida, también me tocó con su familia y con las Hermanitas celebrar el funeral por sor María. Pero, hasta entonces, no sabía nada de Ismael. Y en la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, un Patronato del Estado Español con fines católicos, coincidí en la mesa con don Blas Camacho y, después de muchas reuniones, pues no sabemos cómo salió en una conversación Ismael. Él me dijo que estaba promoviendo esta Causa y yo le respondí que tenía esta biografía. Luego el Obispo de Ciudad Real, Mons. Algora, que antes fue Obispo de Teruel y Albarracín, me designó perito teólogo en la fase diocesana. Creo que me invitó, al ser yo de Teruel y conocer desde niño Alfambra, Santa Eulalia y Teruel, pues por eso pude enseñar a don Blas los lugares del frente, los refugios, el río, y contarle toda la historia que yo había oído de mi padre, que estaba en la otra parte, en otro lugar, y fue hecho prisionero con el Padre Polanco, que ya es beato, en el mismo día, y luego al Padre Polanco lo sacaron de aquella prisión. Mi padre recibió la libertad después de meses la libertad y al Mons. Polanco lo martirizaron con su Vicario General en Pont de Molins.

Como he estudiado los textos de Ismael, me gustaría referirme a esos textos porque en ellos se ve la personalidad de este Siervo de Dios. Cuesta más entender lo del silencio que vino después.

En la historia de la hagiografía de los santos de la Iglesia universal muchos santos han escrito mucho. Yo auguro a la Causa de Ismael que pueda ir más rápida porque ha escrito muy poco, sólo 22 cartas y de ellas sólo la mitad están enteras. Naturalmente cuando Ismael estaba en Tomelloso no escribía a sus padres; sólo les escribió desde el frente, desde Utiel cuando fue movilizado, desde Cuenca, desde Embid, desde Alfambra la mayoría de ellas, y tres desde el Hospital de Zaragoza, dos a su madre y la última a sus padres y hermanos.

Para que un perito Teólogo diga que no hay nada contra la fe y contra las costumbres en esos escritos es facilísimo; pero descubrir luego, como se pide también en la Causa de Canonización, que se haga un estudio de la personalidad del Siervo de Dios, puede decir, cualquiera que las lea comprobará que no se encuentra nada que vaya contra la Fe y las costumbres, ni contra la moral, la religión católica y la doctrina católica.

Aparece en ellas un estilo de comunicar muy castizo. Les dice a sus padres: "no se cansen de escribir, que yo no me canso de leer". Aparece también el gran amor a su familia, la preocupación por todos junto al olvido de sí mismo. El poco dinero que cobra, cuando cobraba, porque luego en el ejército republicano ya no les pagaban nada, de las 280 pesetas que cobraba, 125 las enviaba a sus padres. Repartía los cigarrillos que le tocaban con los demás. Daba consejos a sus hermanos pequeños. Tenía una humildad en la petición de perdón, si es que se retrasaba en el escribir. Y como desde el frente y desde la trinchera había censura en el ejército, pues tenía que escribir en clave para que la gente, su gente, entendiera a quién se refería.

A Dios lo nombraba con la letra D, pero también tenía mucha gracia para explicar la pena que tenía y la alegría que sentía de que unos amigos suyos hubieran podido ir a Misa y a comulgar. Dice: "otros amigos, como Miguel, lo han pasado muy bien en Valencia, seis días durante los cuales han tenido la suerte de encontrarse con el amigo Jesús, el que los trató como ellos merecen, pues desayunaron con Él todos". ¡Qué hermoso es decir "desayunaron con Él" para referirse a comulgar a Jesucristo! "¡Qué suerte! ¿No lo crees tú así? Pero tú no puedes envidiarlo, porque tú también te lo encontraste estas Pascuas pasándolo en su compañía, yo sin embargo no tengo esa dicha. Paciencia".

Soportó las blasfemias de sus compañeros y el silencio ante los que eran sus amigos. La caridad dando sus zapatos, el ánimo que daba a los de su casa. Cuando estaba en el frente, con el hambre que pasaban, decía: "No se crean ustedes, que no es tan fiero el león como lo pitan" o "yo no creo que haya hecho mal en decirles claramente donde me encuentro, porque tarde o temprano se tenían que enterar". Les pedía perdón si les hacía sufrir. Como tenía que superar la mala comida y bebida y, sobre todo en los últimos días de su vida, no sólo en la prisión sino en el frente, pues les daban alcohol, un coñac que llamaban "mata-ratas" porque tenía que combatir el frío como los demás, y les servía de calefacción interior, cuenta que por la noche sentía "rebuznos en el estómago". También él consideraba que estaba cumpliendo un deber y como había censura pues tenía que decir lo bueno y lo malo decía: "Estamos viviendo la realidad más sangrienta que los siglos han conocido". Él no era tonto y veía lo que significaba aquel frente.

Ya enfermo en el hospital, siendo consciente de su gravedad, expresaba la aceptación de la voluntad de Dios. Les escribía: "No hay que tener pena en estas cosas de Dios", y manifestaba el cumplimiento de la voluntad de Dios escribiendo: "Ya sabemos que todo lo dispone Dios, por tanto nosotros debemos atenernos a su santa voluntad".

¡Qué chico a sus 20 años! Aguantando en el frente republicano y luego la prisión; desde el hospital del bando nacional escribía a sus padres de esta manera: "Mamá, este día en que te escribo estas letras, mi estado es bastante decaído, pero mi alegría es grandiosa por haber tenido la dicha de recibir el cuerpo de Cristo", cuando él ya no podía más y se manifestó quién era, se confesó y quería comulgar.

De la persona que lo cuidaba, cuando escribe en la penúltima y en la última carta, dice: "Por mí no paséis pena, pues aunque tú mamá no estuviste a mi lado, encontré una madre que me cuidó con los mayores cuidados que mi enfermedad pedía. No me abandonó ni un momento, a ella deben ustedes el que su hijo haya estado bien asistido, pues hizo para mí las veces de las más tierna madrecita y por ella os envío mi mismo abrazo. Adiós. Adiós a todos los chicos, Antonio, Ana, a los tíos y primos, a Félix y a Francisca, Miguel, Pedro y demás. Adiós a todos, tú no tengas pena que he muerto como tú me enseñaste, recibí los sacramentos. Hasta el Cielo, que Allí os espero a todos. Adiós. Recibid este último abrazo del que os quiere y no os olvida. Ismael". Y pone: "PD. Madre, esta señorita te dará de mi parte mi último abrazo, pues a ella se lo dí yo para que fuera a llevártelo a ti". Y en los últimos renglones: "A mis queridísimos mamá y papá y a mis hermanos, les escribo estas letras para darles el último adiós, pues espero que cuando la reciban seguramente estaré ya en el Cielo, pidiendo por todos vosotros".

Como se ve, rezuma a Dios, rezuma el amor a la Iglesia y en el libro biográfico y, sobre todo en la Positio, se recogen todos los testimonios de cuantos lo conocieron y le asistieron en el último tramo de su vida.

Como resumen diría que su acendrada fe en Dios, su esperanza confiada en la Vida eterna, su caridad y afabilidad para con todos, por el amor de Dios, es notable; y la aceptación de la voluntad de Dios, como hemos escuchado. De un modo singular aparece su devoción y amor a la Virgen María y, no sólo con la medalla y el rezo del Rosario, sino también con su relación, su oración y deseo de participación en la Eucaristía: un ansia de comulgar, un ansia de Eucaristía, y su práctica del Sacramento de la Penitencia, como también a los chicos de su pueblo les exhortaba a confesarse, su prudencia en palabras y obras.

Él, que al principio cuando era dependiente, pues era un chico como los demás, era un joven como los de Confirmación, un chico como los demás chicos, destaca por su fortaleza en aguantar las inclemencias del tiempo, de la guerra y de la enfermedad mortal.

Cuando recorrimos el camino, unos 10 Kms. desde donde fue apresado hasta donde fue encarcelado, cerca de una azucarera donde un general instaló allí su cuartel general, yo creo que fue en ese camino donde él se decidió a guardar silencio y a ofrecer su vida por Dios, por la Iglesia y por España.

Sobresale en su agradecimiento para con todos, para quienes le atendieron material y espiritualmente; su pureza, decencia y honestidad teniendo como modelo a San Luis Gonzaga; su responsabilidad en el trabajo como dependiente para ayudar a su familia; su ansia de apostolado como miembro de Acción Católica; su apostolado en Tomelloso, en la Acción Católica, su participación con el Obispo, hoy Beato y mártir Narciso Estenaga, en representación de la Junta de su pueblo en la Junta Diocesana de Acción Católica; su servicio como voluntario a los ancianos del Asilo de Tomelloso; su respuesta a la llamada de Dios en aquellos Ejercicios Espirituales; su preocupación por formarse con ayuda de sacerdotes y de formar a otros para vivir con un compromiso claro de vida cristiana; su compañerismo en la alegría juvenil y en la organización y participación en las reuniones y veladas, recitando poemas religiosos que se sabía de memoria, pues no había tenido estudios de una universidad, pero tenía muy buena memoria y una inteligencia penetrante; su testimonio valiente en tiempo de persecución en su pueblo, rescatando el banderín, como hemos visto en el video, en defensa de la Iglesia Católica, hasta el punto de poder ser arrestado y obedecer a su padre y esconderse con su hermano algún tiempo para no hacerlo sufrir; su deseo de sufrir, incluso martirialmente por Dios, pues quería ser mártir; su dolor por los que no aceptaban o blasfemaban contra Dios; su ocultamiento en Dios, pues hemos visto que el papel de recomendación lo dejó en la mesilla pero él nunca lo dio, nunca se aprovechó de una recomendación, cosa que en aquel tiempo para él hubiera sido facilísimo; el no cuidar exageradamente de su salud y someterse a los tratamientos de los médicos con docilidad; el ofrecimiento de su vida por la paz; su actitud no beligerante en la contienda, porque cuando a estas levas jóvenes, cuando ya el frente no resistía, a estos chicos estaban en retaguardia los pusieron con los fusiles en vanguardia, que era lo que se llamaban la quinta del biberón. En el momento de entrar en combate tiró el fusil, se quedo de pie y se puso a rezar.

También es extraordinario el testimonio de sus palabras consoladoras para su familia y especialmente para su madre ante la hora de la muerte; su deseo de estar con Dios y, si permaneciera en la vida, su deseo de ser sacerdote, y su fama de santidad, que estáis viviendo, que se extiende espontáneamente, pero vosotros la estáis promoviendo cada vez más, después de ese silencio que hubo desde los años cincuenta hasta hace poco, y vosotros deseáis continuar promoviendo.

Personalmente, y aceptando el juicio definitivo de la jerarquía de la Iglesia, puedo sostener, por tanto, que Ismael Molinero Novillo puede ser propuesto en general como modelo de santidad de vida cristiana y, en particular, como ejemplo de joven seglar y apóstol para la Acción Católica, por la que se decidió a seguir la llamada de Dios a la santidad, así como para asociaciones, comunidades, movimientos y grupos antiguos y nuevos de la Iglesia Católica. Muchas gracias."