Este año se cumplen ochenta y cinco años del fallecimiento de Ismael Molinero Novillo, el siervo de Dios Ismael de Tomelloso, el 5 de mayo de 1938. Por ello, la Asociación para la Beatificación y Canonización de Ismael de Tomelloso realiza el día 5 de cada mes diferentes misas en su favor.
Ismael de Tomelloso fue un chico alegre, simpático, dicharachero y le encantaba pasar tiempo con sus amigos, a la vez que participaba en una tuna. Nada fuera de lo normal. Poco a poco fue profundizando en su fe con el esfuerzo diario en su trabajo en el comercio El Siglo, con la ayuda que prestaba en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y con su entrada en Acción Católica. Se desvivía por visitar al Santísimo acudiendo a la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, en la capilla de San Antonio junto al Sagrario, para acompañar unos momentos a Cristo, y cuando se encontraba, ya enfermo, en el campo de concentración de San Juan de Mozarrifar de Zaragoza solía decirse a sí mismo “¡Qué ganas de comulgar!” cuando veía pasar al capellán Don Ignacio Bruna para dar la Sagrada Comunión.
El Siervo de Dios dio un paso adelante para seguir a Jesucristo: “…Ni egoísmo, ni dinero, ni comodidades, ni familia, ni honores, ¡sólo Cristo!”. Ismael lo hizo en silencio. Como escribió Natividad Cepeda en su artículo titulado El sudario mojado de la Cruz “Colocar el silencio de Ismael en el horizonte universal de la santidad hoy, es columbrar que a pesar de la tendencia actual a lo primordial de la materia por encima de toda espiritualidad, esa realidad se tambalea cuando se constata que algo inmaterial trasciende los límites conocidos”.
Multitud de ejemplos edificantes para los jóvenes del siglo XXI nos legó Ismael, como cuando estando cerca de entregar su vida dijo al capellán -“Serviré a España en el anónimo, ofreceré a Dios todas las molestias de mi enfermedad y lo penoso de mi sacrificio. Quise el martirio y al fin lo he conseguido. No el derramamiento de sangre por la fe, pero sí el abandono, el lento sufrir, la angustia de morir con la ausencia de mi santa madre”-, y otros tantos pensamientos como, por ejemplo, “Cuántos serían santos si en su camino encontrasen otros santos”. Una frase parecida nos dejó Santa Teresita de Liseaux al escribir en Historia de un alma “¡Ah, cuántas almas llegarían a ser santas si fuesen bien dirigidas!…”. Una santa de lo sencillo y lo ordinario, como el camino que emprendió Ismael de Tomelloso.
Ismael se erige como fuente de inspiración y de reflexión, como modelo de espiritualidad en los albores del tercer milenio desde la venida del Salvador del mundo.
1. Los comentarios de Ismael de Tomelloso han sido obtenidos de la biografía “In Silentio”, escrita por Don Blas Camacho Zancada.
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