En palabras improvisadas dio la bienvenida a los peregrinos de Zaragoza, a los que agradeció su buen acuerdo de realizar esta peregrinación.
Indicó que tres eran los vínculos que unían Zaragoza y Ciudad Real:
1.- La fe común, una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor, que nos une en una misma familia;
2.- La Virgen María, porque ante la Virgen del Prado que tenemos en su carroza, hemos de reconocer su origen aragonés, ya que la imagen primitiva, según se dice, corresponde a la llamada Virgen de los Torneos o Virgen de los Reyes, porque acompañaba a los reyes en las Batallas, que ha llegado aquí desde Velilla del Jiloca, y hasta las coplas nos unen a la Madre, porque una copla manchega así canta: “La Virgencita del Prado, le dijo a la del Pilar, si tú eres aragonesa, yo soy manchega y con sal”.
3.- El Siervo de Dios, “Ismael de Tomelloso”, advirtiendo que este acto no es un acto de culto al Siervo de Dios, sino de una misa de acción de gracias.
El Siervo de Dios, Ismael Molinero Novillo, conocido por todos como “Ismael de Tomelloso” es un joven laico, de la Acción Católica, que supo vivir su fe cristiana en medio de un mundo convulsionado por la violencia de una guerra. Es testimonio de su firmeza en la fe y de la confianza y deseos de hacer la voluntad de Dios, al que ama por encima de todo. Su vida, sencilla, transcurre entre Tomelloso, su pueblo natal, y en el frente de Teruel, y concluye con su muerte en Zaragoza, aquejado de una tuberculosis, fruto de los fríos y el hambre del frente de guerra y del campo de concentración.
Como bien dice el Postulador de la Causa, Padre Valentín Arteaga, su vida podría escribirse en unas pocas líneas por lo corta de su existencia, de veinte años recién cumplidos, pero su fama de santidad nos trae hasta aquí una vez más. Son muchos los testigos que hay en Zaragoza del joven de la Mancha, cuya vida y muerte no pasó allí desapercibida. El capellán del campo de concentración, don Ignacio Bruna, y la enfermera, Aurora Álvarez, son también protagonistas centrales de la historia de una vida, que ahora nos llega como modelo de una vida en Cristo, de quien supo morir como vivió, en el silencio, calladamente. Gracias a estas personas los cesaraugustanos pudieron gozar del mensaje de su testimonio. Acreditaron su fama de santidad con el cuidado de su tumba, la transmisión de su vida entre los miembros de la Acción Católica; el acompañamiento multitudinario en el traslado de sus restos a Tomelloso, las peregrinaciones de jóvenes hasta su tumba en su pueblo natal. Y supieron pasar el testigo a sus paisanos y amigos que habían convivido con él. Los enfermos supieron de su persona por don José Ballesteros que el año 1935 estaba cursando sus estudios en el Seminario de Ciudad Real, donde el Siervo de Dios hizo Ejercicios Espirituales, y vuelve a coincidir con él en el Hospital de Zaragoza, cuando don José ingresó herido de un balazo que recibió en el frente y allí encontró a Ismael que sufría con su terrible enfermedad bastante avanzada; los seminaristas oían hablar de él a sus directores espirituales, seguramente influidos también por el impacto que había causado en el Obispo Prior de la Diócesis, Monseñor Emeterio Echevarría.
La Acción Católica celebró en Tomelloso el día del joven y un homenaje nacional a su persona en mayo de 1956, en el que participaron miles de jóvenes.
Muchas eran las voces que desde el momento de su muerte comenzaron a reconocer la fama de santidad de Ismael Molinero Novillo, “Ismael de Tomelloso”. Destacan los testigos directos, que tuvieron la suerte de conocerlo y compartir con él grandes momentos de su vida: Sus hermanos Maria Cruz y Luis, sobre todos, el Rvdo. Félix Torres, las religiosas Sor Asunción González y Sor Aurora Serrano, los laicos Lucía Cañas, Juan de Dios Cepeda, Ana Navarro, todos testigos directos que nos hablan de su espiritualidad centrada en el silencio, en el amor a la eucaristía, en su devoción a la Virgen María, en el amor a Dios de este Siervo que goza del amor de Dios, su caridad para con el prójimo, una fe inquebrantable y una viva esperanza…
(Ver su biografía, titulada “IN SILENTIO…”).
Vamos a destacar sus dos grandes deseos: uno, ver extendido su “apostolado favorito”, la Acción Católica; y dos, la entrega de su vida a Dios y también sus deseos de dar su vida, que aumentaron con el martirio del párroco que le Bautizó y le dio la Primera Comunión, don Vicente Borrell, del Obispo Prior que lo confirmó, hoy Beato Narciso Estenaga, del Consiliario de Acción Católica, su Director Espiritual, don Bernabé Huertas, del jesuita Padre Sánchez Oliva que le dirigió los Ejercicios Espirituales en el Seminario de Ciudad Real, que al despedirse de los muchachos cuando llegó a Ismael se puso de rodillas y le besó los pies, lo que no olvidó ninguno de ellos.
En la Diócesis de Ciudad Real y en toda la Mancha fueron varios los centenares de mártires solamente por el hecho de ser católicos.
Fue enterrado en el cementerio de Torrero, en Zaragoza, y su tumba fue objeto de peregrinación, y su persona de homenajes tributados por Acción Católica Nacional. El 13 de mayo de 1950, los restos de Ismael fueron trasladados al cementerio de Tomelloso, donde las visitas de la gente dan fe de su fama de santidad. El Obispo Prior de las Órdenes Militares de Ciudad Real, don Emeterio Echevarría, entregó al Santo Padre Pío XII la biografías escritas sobre Ismael y, al leerle la página escrita por el capellán del campo de concentración, tanto el Santo Padre como el Señor Obispo se conmovieron muy profundamente, y dice éste que miró al Santo Padre, lo vio llorar y decir: “¡Es un héroe; esto es sublime!”. Recientemente se ha descubierto en la caja fuerte del Obispado de Ciudad Real una cajita que contiene una vértebra de Ismael de Tomelloso, con una nota del Señor Obispo, don Emeterio Echevarría, declarando que pertenecía a Ismael.
La vida y la muerte de Ismael de Tomelloso fueron una vida y una muerte “de balde”. Un ofertorio totalmente gratuito a Dios. Y callado. Es impresionante cómo fue germinando y fraguando la semilla de la gracia de Dios que el grupo de jóvenes de Acción Católica de su pueblo sembrara un día en el corazón de Ismael. Se dejó trabajar sin poner dificultades por la labor del Espíritu envuelto en la humildad y el silencio. Y, en cierto modo, como disimulando. Puede decirse que el rasgo sobresaliente de la experiencia espiritual de Ismael es el silencio. Parece impensable que un muchacho temperamentalmente tan vital, tan extrovertido, tan cordial tuviera, como tuvo, tanta voluntad para sortear las dificultades que le correspondió sortear. Lo suyo fue irse haciendo a un lado y pasar desapercibido. Lejos de él querer protagonizar hechos sobresalientes o empresas dignas de reconocimiento público y aplausos. Cuando la guerra, sobre todo, en el año especialmente en que se vio obligado a permanecer en el frente hasta el instante en que entregó su vida al Señor en Zaragoza, Ismael caminó envuelto en una discreción en verdad heroica. No hubo un momento en que no deambulara como de puntillas por las tierras del silencio. Sin hacerse notar. Sin que nadie pudiera imaginar la torrentera de amor a Dios que le saltaba dentro de sí. “Todo de Dios y para Dios”. Y “callar y sufrir”. Alguien ha dicho que la verdad más honda es el silencio. Lo es de manera singular en Ismael… El Señor es siempre sorprendente y tiene sus modos de enamorar a cualquiera. Ismael Molinero Novillo entregó su alma a Dios del 5 de mayo de 1938. En el momento de hacerlo, su silencio se rompió como un vaso de fragancia. Todos, a su alrededor, el capellán, las enfermeras, los miembros de Acción Católica de Zaragoza, alabaron y dieron gracias a Dios. Muy pronto la juventud española supo ponerle palabras al testimonio callado de Ismael de Tomelloso. Las historias menores con el tiempo resultan muy elocuentes.
Quisiera recordar algunos de los testigos cesaraugustanos que nos hablaron de Ismael de Tomelloso e incluso que participaron en la peregrinación en bicicleta que, en 1980 llevaron a cabo a la tumba del Siervo de Dios: Mari Luz Frauca Cacho; Juan Manero Moreno; Ernesto Casasín Segurado; Rvdo. D. Mariano Mainar Elpuente; Jesús Barco Gracia; José Ramón García Lisbona; Rvdo. D. Tomás Sanz Artal; Rvdo. D. Jesús Imaz Orgilés; Rvdo. D. José Antonio Blanco Cuadrado; Jesús Marín Sierra
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