Don José Ballesteros conoció a Ismael durante los ejercicios espirituales que tuvieron lugar en el Seminario de Ciudad Real en abril de 1935, y estuvo con él en el Hospital Clínico de Zaragoza, acompañándole hasta el día que murió (publicado en el periódico Signo de 26.05.56):

Don José Ballesteros comenzó besando la tumba, para recordar aquel 23 de marzo de 1938, cuando se encontraron en el Clínico de Zaragoza. Luego hizo una síntesis de recuerdos:

Murió a los veintiún años, lejos de su tierra (yo tenía entonces veinte y era seminarista). Sólo un día le vi triste, en vísperas de Viernes de Dolores.

Oye, paisano –me llamaba paisano-, busca al capellán y que me de la extremaunción.

Así lo hice y en seguida, cesó la fatiga. A las doce y media de la noche me dijo:

Vete a descansar, pero antes ¿quieres algo para el cielo? ¿Quieres algo para la Virgen?

Al día siguiente fue cuando le encontré llorando. Creí que era una depresión lógica de su estado físico y moral. Pero no.

¡Cómo quieres que no llore cuando pienso que a estas horas podría estar en el cielo y estoy aún en la tierra! –me dijo.

Fue a la muerte como quien va a una fiesta. Sólo lamentaba “presentarse con las manos vacías”.

Ofrece tu muerte por mi vocación, por todos los jóvenes de la Mancha –le pedí.

Y estoy seguro de que lo ha hecho. Yo palpo en muchos momentos su intercesión maravillosa. Jamás le he rezado un padrenuestro. Sería un crimen. Estoy seguro de que no lo necesita. Mi oración es darle con los nudillos en el sepulcro y decirle: “¡Ismael, no te olvides de lo que has prometido!”.

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