“El pasado mes de marzo de 2008 tuve un accidente en el que me rompí la rodilla izquierda. La lesión fue grave y fue necesaria una intervención quirúrgica en el mes de junio que me produjo mucho, mucho dolor.
Pasados varios meses tuve la “mala pata” de resbalar con un charco y volverme a lesionar la misma rodilla, causándome nuevamente un gran dolor y un retraso en la mejoría de la rodilla. Dada esta nueva circunstancia fue preciso volver a operar la rodilla. No hace falta que diga que la perspectiva de volver a pasar por el quirófano era para mí un sendero oscuro que no me quedaba más remedio que atravesar.
Quiso la Providencia que los días previos a la intervención me visitara en Palma un buen amigo de Tomelloso que traía consigo la estampa y la historia de Ismael de Tomelloso. Así que encomendándome a Dios por las oraciones de nuestro venerable paisano rogué para que la nueva intervención fuera, por lo menos, llevadera.
He de decir que entre la primera y la segunda intervención hubo un abismo: si en la primera el dolor fue harto exagerado y la recuperación lentísima y costosa, en la segunda ocasión –después de orar con Ismael al Señor- no hubo dolor y salí de la clínica caminando y sin ayuda de las muletas.
Desde luego, tengo la absoluta convicción de que el Señor estuvo próximo en aquel momento como lo estuvo en la enfermedad de Ismael. Conforme voy conociendo detalles sobre la vida de Ismael y los acontecimientos que rodearon su testimonio cristiano, descubro a un joven empapado por el Espíritu de Dios en un momento complejo y convulso, no solo políticamente, sino también en lo hondo de las personas. Eso es para un joven sacerdote, cuando menos, un hermoso estímulo a vivir nuestra vida sacerdotal como un testimonio en medio de un mundo que parece haber perdido toda referencia religiosa: es posible ser un apóstol incluso dentro de tanta convulsión, e Ismael lo demostró fiándose de Dios”.
(A.C. CR. Palma de Mallorca)
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