El pasado sábado 19 de diciembre de 2009, cuando mi hija Sara de 7 años iba toda ilusionada a catequesis, en la Parroquia de San Gerardo Mayela, en la calle Maqueda, 45, porque ese día celebraban “el día de los Sembradores de Estrellas”, en el que se reúnen las ocho parroquias del barrio con sus sacerdotes, catequistas y niños para recorrer las calles del barrio cantando villancicos y repartiendo estrellitas a la gente con el mensaje de “Jesús nace para todos”.
Yo me quedé en casa preparando la comida y mi marido se fue a recogerla. Al rato mi marido desesperado me llama al móvil, diciendo que Sara y otra niña no aparecen por ningún lado… a casa tampoco había llegado… el mundo en ese momento se me vino abajo, recuerdo que lo primero que cogí fue la estampa de Ismael, llorando y suplicándole que por favor estuviesen bien, que me ayudase a encontrarla. Bajé corriendo a la calle con el móvil en una mano y en la estampa de Ismael en la otra.
Por fin, me reúno con mi marido y el Padre Antonio, nuestro párroco de San Gerardo, que me intenta tranquilizar, pero la realidad era que todos estaban buscándolas, habían preguntado en todas las parroquias de la zona y no había noticias de ellas. Llevaban más de una hora desaparecidas.
En esos momentos piensas de todo, yo seguía con la estampa de Ismael en mi mano, arrugada de tanto apretarla, pidiéndole por mi hija y la otra niña.
Por fin sonó el móvil del Padre Antonio. Era el sacerdote de la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar comunicándole que había dos niñas de San Gerardo allí.
Después de dos horas de tremenda angustia, las encontramos acompañadas por el Padre Oscar y una monjita encantadora que las tranquilizaron en todo momento. Yo besé la estampa de Ismael y di gracias a Dios porque estuviesen bien.
Al rato, cuando todos estábamos más tranquilos, pregunté a mi hija cómo habían llegado hasta allí, pues esta Parroquia está al otro lado de la carretera de Extremadura y bastante lejos de casa… Y me dijo: Pues mamá, había mucha gente y nos despistamos repartiendo estrellitas, al rato nos dimos cuenta que nos habíamos perdido y nos encontró un catequista muy simpático que se llamaba ISMAEL. Cuando oí su nombre, se me saltaron las lágrimas, solamente pensé que esto no podía ser una coincidencia.
Necesito dejar constancia y dar gracias por el favor que me ha concedido el Siervo de Dios Ismael de Tomelloso, al que espero que canonicen muy pronto.
(Susana – Madrid)
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