“Cultivaba su fe desarrollándola en profundidad… los medios que utilizaba eran los sacramentos, la oración y atención a los ancianos y enfermos… Nunca tuvo dudas de fe. Todo lo que hacía lo hacía de verdad con una gran coherencia entre su fe y su vida”. El Siervo de Dios “era un hombre firme en sus convicciones de fe”; desarrolló y vivió el espíritu de fe sobrenatural a través de las diversas etapas de su vida, de tal manera que incluso muchas veces, tanto en el pueblo, como en el cuartel, en el frente y en el hospital puso en peligro su existencia" [...]
"Una fe manifestada en sus obras, en su forma de comportarse, en sus conversaciones y en su vida de oración. Puede que él tan lleno de fe lo hiciese de forma tan natural que ni siquiera fuese consciente del nivel que había adquirido en su vida" [...]
"Una fe que le lleva al testimonio y a la defensa de la misma, aún a riesgo de su vida cuando se opone a los que pretendían llevarse herramientas de la fragua de su padre para destruir la “ermita de san Francisco”; “un hombre de fe profunda que nunca se avergonzó de ser católico”; era un hombre de fe”." [...]
“No sólo era un hombre de fe sino de mucha fe y muy profunda. Tenía el don de transmitirlo. Atraía a muchos que podían estar un poco fríos”. Su intensa vida interior alimentaba su fe. La fuerza, el alimento de su fe lo encontraba en la oración: “Se puede decir que era un hombre de fe intensa. Yo lo veía rezar en la Iglesia y parecía que estaba en otro mundo por lo concentrado que se encontraba" [...]
"El Siervo de Dios, como nos dicen los testigos, acrisola su fe en la Acción Católica, escuela en la que aprende a orar, contemplar, y testimoniar. La heroicidad está en una vida que fue una continuada profesión de fe en medio de un ambiente hostil; su energía interior para mantenerse fiel en medio de tan difíciles circunstancias sólo puede entenderse desde la fe. El grado de la misma se percibe en su capacidad de ser testigo que atrae: “Atraía a muchos que podían estar un poco fríos" [...]