El primer destino fue el Seminario de Cuenca, convertido en cuartel.

Un sacerdote de 93 años, don Félix Torres Olalla, que vivió en Guadalajara, estuvo en el frente con él. Dice que “sin cambiar palabras con Ismael, me di cuenta que era un muchacho excepcional y ambos buscamos el lugar de la iglesia donde había estado el altar mayor para instalar allí el jergón”.

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